Toro campeón


Aviso a navegantes. El teclado desde el que escribo tiene estropeada la función de los acentos y los pone de manera aleatoria. Así que tranquilos, que no me ha dado una fiebre ortográfica.
Haciendo caso de una masiva peticion popular, y solo por hoy, voy a acortar las entradas.
Hoy he recibido muchas llamadas de España para felicitarme por el santo. Por fin me funciona el movil!! Gracias a todos los que os habeis acordado de mi. En unos dias subire las fotos de la felicitacion que los salesianos han dejado escrita en la pizarra del comedor para todas las Martas que poblamos esta casa.
Esta mañana la he pasado en casa, descansando para lo que esta por llegar. En unas horas parto hacia el Chaco para conocer a un grupo de indigenas. En concreto, voy a dormir a una ciudad que se llama Filadelfia. Viajo junto a una antropologa llamada Daisy que esta escribiendo una biografia de un indigena muy importante. Ya os contare, porque me han dicho que voy a ver tambien cantos y bailes tipicos de alli. Seguro que sera toda una experiencia. Los amigos paraguayos ya me han alertado de que las temperaturas en la zona del Chaco son mas bajas de lo normal. Para eso esta mi tio, que me ha provisto de una bonita y calentita cazadora de Salesianito. Ya os la enseñare. Me voy mañana a las 7 de la mañana y volvere el viernes a la noche.
Por la tarde he estado con mi tio paseando por el centro de Asuncion y visitando algunas librerias conocidas, como la del amigo Gatti. He llegado a casa con 8 libros variados (cocina paraguaya, novela, biografia), que una atenta señora librera de Servilibro me ha regalado. Que detalle. Tengo que contaros que mañana aqui se celebra el dia de la amistad y es tipico que todo el mundo se regale algo. Aqui en Salesianito hemos hecho un amigo invisible. No puedo deciros quien me ha tocado... es una sorpresa.
Terminando, y dejando lo mejor para el final, quiero develaros el porqué del título de esta entrada. Un toro campeón no podía ser otra cosa que lo que para el otro lado del charco es un toro semental. Sinceramente, me gusta más la acepción de nuestros amigos paraguayos. Vivan los toros campeones!!
Hasta el sábado. Este blog cierra por viaje al Chaco.

PD: Rezad por que no me encuentre con una serpiente, porque me muero...

Día libre

Hola a todos, hoy estoy de día libre. Que es mi santo y me lo he ganado. Un beso a tod@s.

La niña que perseguía a la vaca




Hola a tod@s! El cuarto día de periplo paraguayo amaneció menos fresco de lo habitual en estos ya de por sí atípicos días de frío invierno. Lo primero que voy a hacer hoy es dar las gracias a todos mis amigos que me siguen desde España. Me encantan los comentarios que me enviáis al correo o al Facebook. Sobre todo el tete José, que dice que está más enganchado a mis aventuras que a Lost. Eso sí que es un piropo.
Empiezo a contaros justo desde el instante en que lo dejé ayer. Después de escribir la entrada de ayer me fui rauda y veloz a una conocidísima emisora de radio paraguaya, llamada Radio Ñandutí. Allí pude conocer cómo se hace la radio aquí y sobre todo, tener conciencia de la cantidad de gente que la escucha. Acompañé a mi tío a una entrevista en directo a la que se unieron numerosas voces de oyentes para dar su opinión. Desde aquí, y aunque seguro que no puede leerlo todavía (confío en arreglar este pequeño contratiempo rápido), quiero pedir disculpas a Gustavo, el gran locutor y colega de Ñandutí que se interesó por mi blog. Le dí mal la dirección!! Soy un desastre! Pero seguro que en algún momento podrá leer en estas líneas que le pido disculpas y le mando un saludo cariñoso. A él le debo hasta el momento la mejor de las palabras que voy apuntando en la moleskine (regalo de mi amigo Mariano, a quien envío otro beso). Gustavo, gracias por PLAGUEAR. La incluyo en mi diccionario. Para los que no sepáis de qué hablo, os diré que plaguearse viene a ser algo así como lo que nosotros decimos vacilar, en mal sentido. Como yo diría, farrucarse. Ji ji ji ji.
Después de esa buena entrevista de radio entre amigos, partimos hacia la parroquia de San Rafael. Allí, en una preciosa pizzería italiana tuve la suerte de compartir mesa y mantel con el vicepresidente de la República del Paraguay. Él no lo sabe, pero tiene suerte de llevar ese nombre. Sólo se lo ponen a los buenos. Mirad si no mi abuelito Federico. Hablamos de todo un poco, me preguntó por Zapatero, por la crisis… algo habitual entre políticos. Una agradable velada. Raudos y veloces, a los mandos de Aldo (el improvisado chofer por momentos. Desde aquí le mando un cariñoso agradecimiento por despertarle de la siesta) partimos hacia otro destino. En su primer día de nueva libertad, mi tío quería exprimir las horas al máximo. Aterrizamos en una preciosa casa donde lo mejor estaba, una vez más, en el interior. La dulce Leti, su esposo Roger, y el resto de la familia, incluidos los tres perritos, unieron el 35 cumpleaños de Roger a la celebración por la salida de mi tío. Esta entrada parece sólo de agradecimiento, pero es que no imagináis cómo me tratan aquí. Después de cantar el “que los cumplas feliz”(Yo no pude decir una palabra, porque no sé cantar esa versión de cumpleaños feliz. Misma música distinta letra) llegué a mi casa de adopción. La dulce Tina abrió una botella de champán para celebrar. Fue un buen día el de ayer.
Ya hoy martes, pude dejar que las sábanas se me pegaran un poco más. Desayuné un riquísimo café brasileño en casa de mi familia adoptiva y partí con el inseparable Aldo y con mi tío hacia la municipalidad de Limpio (así llaman aquí a los Ayuntamientos). Limpio es la ciudad paraguaya en la que os dije que había llevado a cabo la mayor parte de su obra mi tío. Allí es más conocido si cabe. Está a unos 20 minutos de Asunción. Al llegar fuimos directos a buscar al intendente (alcalde) para renovar el permiso de conducir de mi tío. Tendríais que haber visto eso. Le hicieron una foto allí con una WebCam y le imprimieron el carnet en el acto. Aquí es todo un VIP . Hasta a mí me ofrecieron uno por si quería manejar (conducir) aquí durante mi estancia. De ahí nos fuimos hacia Villa Madrid, Villa Cuenca, y Villa Cristina. La primera parada ha sido en una guardería en la que había más de 40 niños de entre 16 meses y cinco años. Las maestras dicen que faltaban la mitad porque hay una epidemia de gripe (normal). Tendríais que haber visto las caras de los niños cuando entramos a sus columpios. Vinieron todos de golpe a abrazarme y a decirme “Tíaaaaaaaaa”. No lloré de milagro. Qué emocionante. Todos querían tocarme y que les dijera cualquier cosa. Nos hicimos una foto con unos cuantos y no sabéis luego el lío que armaron cuando intenté enseñársela. Casi me tiran al suelo de la emoción!!!! (os dejo la foto).
Después hemos ido a visitar la casa que, dentro del proyecto de villas, mi tío ayudó a construir a Doña Elena, la cocinera del colegio Salesianito. Una preciosa casita con todas las comodidades (las verdaderas). En su día libre nos preparó tortillas paraguayas de harina y queso y un riquísimo zumo de naranja natural. A mí me regaló cuatro rosas que cortó de sus jardín. Precioso detalle. Desde allí nos fuimos a visitar la biblioteca municipal de las villas. Tiene muchísimos libros que donó una empresa de Barcelona. Mirad qué curioso cartel encontré allí.
Y esto es todo por hoy. Escribo a las 15:15 de la tarde. Por eso sólo puedo contaros medio día de hoy, más medio de ayer. Esta tarde voy a visitar un pueblecito y mañana me voy al Chaco (selva) a pasar dos días para estar con los indígenas. Así que no podré escribir.
Continuará….

Pd: La foto de la niña con la vaca la hice desde el coche. En medio de la nada, camino de las villas, la pequeña perseguía a la vaca como única distracción. Fijaos en la mano, que le quería tirar una piedra!!!!!

Una de hoteles, Ana Rosas, pócker y prensa...




Se me acumula el trabajo. A la primera de cambio empiezo a saltarme la rutina de contar el día a día de mi viaje. Pero es que aquí nada es previsible. Por el momento, y desde que aterricé en esta fantástica tierra, sólo sabéis que si se estrella el avión no hay que perder el tiempo buscando un chaleco salvavidas, o que, como mandan los tópicos, si queréis coger el teléfono, o cualquier otro aparato que requiera de ese verbo, mejor pensar un sinónimo. (Imaginaos si encima os digo que paso buena parte del día en el colegio de salesianos donde vive mi tio).
Pero, dejando atrás, la calderilla, y obviando este horrible jet lag que me hace dormirme por las esquinas, he de reconoceros que estoy fascinada. El viaje a Sudamérica debería ser una asignatura obligatoria en la escuela de la vida. Sólo aquí se pueden ver las cosas que hacen únicas a sus gentes. Sólo aquí se pueden encontrar paradojas estatales que convierten en una odisea enviar una carta (decir que Correos existe es una realidad, pero que funciona, una utopía) y en una certeza la creación de un hotel del Estado. (¿?) Sí, sí, como leéis. En Asunción, existe un hotel de titularidad pública. Algo así como cobrar a los turistas para engrosar el cerdito de la seguridad social. Eso sí, si en lo que pensáis es en que las cartas lleguen a los buzones, más vale que utilicéis otro sistema para mantener una historia de amor a distancia.
Entrando en materia, tengo que contaros y documentaros la cena de bienvenida que mi tío me preparó. Pero eso será unas líneas más abajo. Mi tío bien merece un capítulo. Para los que no sepáis la historia, el Paí Rubio, como aquí le conocen, es el hermano mayor de mi mamá. Llegó a Paraguay hace 27 años con una maleta de misiones preparada por los Salesianos. Toda una institución en el país (no es amor de familia), construyó más de 6.000 viviendas sociales en una villa llamada Limpio, y hace cinco años, un exceso de confianza en la persona equivocada puso un punto y aparte a su carrera. Para haceros cuenta de la magnitud de su obra, hace unos cuantos años fue nominado al Premio Príncipe de Asturias de Cooperación. Ahora que ya le conocéis (Google puede contextualizar algo) hoy puedo deciros que es un gran día. La Justicia por fin resolvió su situación y yo he sido testigo de cómo se ha producido. Esta mañana (lunes) acudimos temprano al Palacio de Justicia (le llaman así, pero en realidad tengo mis dudas sobre la aplicación del tercer poder en este país) para cerrar el primer asalto. Ganamos. No os imagináis la nube de periodistas que le esperaban en el juicio (quitar la cara del presi Camps al la entrada del TSJCV y poned la de mi tío. A eso me refiero por nube). Pero la vista resultó un huevo kinder. Las sorpresas estaban dentro de la sala. Hasta allí se habían desplazado numerosos amigos y compañeros que le han acompañado a lo largo de estos 27 años de trabajo, pero más intensamente durante esta travesía de casi un lustro. Yo no puedo explicaros con palabras lo que estoy viviendo, pero me gustaría. Una definición práctica de la lealtad, la amistad y la fraternidad. En la escueta sala había también un matrimonio de octogenarios que, a pesar del intenso frío que nos conserva estos días en Asunción, habían querido calentar el ambiente de mi tío para mostrar su apoyo. La imagen bien hubiera merecido un premio.
Con el veredicto de las juezas supernenas (increíble indiferencia la de estas tres señoras por su trabajo), se abrió la veda de entrevistas de radio en directo, conexiones en vivo con las Ana Rosas y Susanas Griso paraguayas (os pongo fotillos), fotos de la ansiada libertad, y visitas a periódicos. Toda una experiencia. Pero para experiencia la llegada a Salesianito (el colegio enorme en el que vive mi tío, y donde ha pasado los últimos cinco años). Con un gran aplauso, todos los sacerdotes nos han recibido en pie a la entrada a la comida. Muy emocionante. Ha sido un triunfo colectivo que demuestra que valemos por los que somos.

Y dejando a un lado la noticia (tanto para mi como para todo Paraguay), os cuento mi día y medio aquí. La noche del sábado me regalaron una cena en la que no faltó la paella y un gran asado de carne de vaca (fotos). Después de compartir mesa con excelentes personajes (superan la persona) y flanqueada por el mítico Paí Viedma (una institución), comenzó el recital musical. Un espectáculo. Os enseñaré un video. Dormí pronto, porque el jet lag me está matando. Ya ayer domingo, me desperté temprano para acudir a la parroquia de Salesianito. Hace años que no voy a una misa en la que no se casen dos personas, pero la del domingo bien mereció la pena. No os imagináis la gente que había. Y sobre todo jóvenes (y jóvenas). Qué experiencia. La tarde la pasé con mi tío, y ya por la noche le ayudé a organizar la mítica cena dominical de la timba. Desde hace 27 años se reúne con cinco amigos para cenar y jugar una partida de pocker. Nunca han fallado, y desde que mi tío estaba recluido en el colegio, los cinco se desplazaban fielmente a esas dependencias para continuar la tradición. La partida es todo un ritual. Desde la colocación de las mesas (de cena y de partida), a la disposición de los vasos y los cacahuetes en tres mesitas auxiliares, pasando por el tapete, las fichas y las cartas. Sin duda, otra nueva demostración de lealtad.
Os escribo estas líneas desde el sofá de la preciosa casa que me acoge. Para vosotros es la 1 de la madrugada, pero para mi son las 7 de la tarde y no hace mucho que me desperté de una merecida siesta. Perdonar por el caos y la extensión de la entrada, pero han sido dos intensos días de hoteles, Ana Rosas, pócker y prensa…

24+6




Día cero. (o 24 +6) Hoy es un día de esos que duran más de 24 horas. Esta vez en sentido literal. Ya he llegado a Asunción, después de 17 horas de travesía por el cielo de tres continentes. Valga la gracia, el viaje se me ha pasado volando. Anoche cogí el avión a las 2:20 (madrugada de sábado) y hoy aterricé en Paraguay a las 13:15 hora de aquí (19:15 hora española). Después de tantos nervios por aquello de cruzar el charco sola, Morfeo decidió agarrarme con fuerza para hacerme más llevadero el tránsito del verano al invierno. Ni siquiera fui consciente del despegue del avión. A esas horas, ya estaba dormida plácidamente. Ni el toquecito en el hombro de una desafortunada auxiliar de vuelo (antes azafata) para preguntarme si quería cenar (¿?) me devolvió a la vida a bordo. Ocho horas después (como aconsejan los médicos) decidí que ya era hora de mezclarme con mis otros 299 compañeros de avión. Un desayuno y una partida de tetris después, el comandante decía aquello de “señores pasajeros, procedemos al descenso al aeropuerto de Montevideo”. Bendita pastilla la que me tomé aún en la moderna T4, mientras esperaba el embarque, y veía una capitulito de Lost en el portátil(ver foto).
En Uruguay hacía la friolera de 2 grados. Casi 35 menos de los que dejé al entrar al aeropuerto. El tránsito para cambiar de avión fue rápido, y en apenas dos horas, me embarqué en un coqueto y moderno avión de la compañía Pluna, con destino final de trayecto. Que el mundo es un pañuelo es un tópico. Pero no veáis si se cumple. Curiosamente, he volado en los dos mismos aviones en los que lo hacía el hijo de los amigos de mi tío, en cuya casa voy a dormir durante mi estancia en Paraguay. Mi nuevo primo Borja, como se llama, vuelve al país después de unas intensas vacaciones por las principales capitales europeas. ¿Es o no el mundo un pañuelo?. A la llegada a Asunción, su padre nos estaba esperando dentro del aeropuerto, por lo que ni siquiera tuvimos que aguardar la larga cola de entrada al país, vía aduana. Maletas a salvo (jamón, queso y demás productos typical spanish) y pasaporte en regla, empieza mi viaje.
Hoy mi día dura 30 horas. 24 habituales, más seis de regalo por el cambio horario. Mi llegada al aeropuerto ha sido triunfal. Mi familia de acogida, con primo Borja en el avión. Además, una cariñosa comitiva del colegio en el que vive mi tío, encabezada por Zanardini (sacerdote) y Carrera (chofer, que no chófer). De camino al reencuentro con mi tío ya he podido darme cuenta de que las normas de tráfico no se inventaron aquí. Asunción es un caos. De llegada a Salesianito (donde vive la comunidad de mi tío Jose) he ido conociendo algunas de las principales calles de la ciudad. ¡Cuánto contraste en cuatro caminos! Y por fin el reencuentro. Mi tío está fenomenal. Con el pelo igual de mal cortado que siempre, pero lustroso, como dirían en Cuenca. En cuanto me ha despachado con dos besos, se ha lanzado (literalmente) a por el surtido de productos typical del que antes os hablaba. Esta noche ha organizado una gran cena de bienvenida en la que no faltará una paella en mi honor y unos cuantos kilos de asado de carne. El queso, jamón, lomo y demás, no faltarán. Además de varias bandas de música que tocarán en mi honor. JI ji (no es broma)
Ahora, escribo estas líneas desde la gran cama de mi hogar paraguayo. Una preciosa casa típica americana, con un precioso jardín. En breve me iré a la cena, que el día es muy largo. Aquí son las seis de la tarde y ya ha anochecido. Por algo es invierno.
Antes de despedirme, me gustaría contaros un detalle que me ha hecho muchísima gracia, y del que dejo constancia en unas fotillos que cuelgo. En el vuelo que me ha traído desde Montevideo hasta Asunción no había chalecos salvavidas. Ellos van a lo económico. Si el avión se cae al agua, pues arrancas la almohadilla del asiento y la agarras para flotar. ¿No os lo creéis? Pues ahí van las pruebas.
Os dejo hasta mañana. Primer día aquí. Me comentan que hay problemas para dejar comentarios. Si alguien quiere decirme algo, puede escribirme a martahortelano@gmail.com
Saludos paraguayos y besos españoles.
PD: Que alguien me envíe una campera (o para el caso, un abrigo, que no me traje y aquí hace un frío que pela).

Sincronicemos los relojes... y las estaciones

Sí, sincronicemos los relojes porque a partir del viernes la hora que marque mi reloj no tendrá nada que ver con la que marquen los vuestros. Como tampoco lo tendrá la ropa de mis fotos, o los grados del termómetro. Cruzo el charco, pero también el ecuador, el trópico y no sé cuántas cosas más para colarme en el invierno. Retrocedo seis horas, pero a efectos prácticos lo hago seis meses.

Si estás aquí leyendo estas líneas es porque ya sabes que me voy a Paraguay. Sólo 15 días, aunque siempre prorrogables. En estos días de país sin mochila me he decidido a abrir este espacio para contaros lo que voy viendo y viviendo en mi viaje. Y por qué no, también para recordar algún día mis quince días de verano invierno. He pensado que si no lo hacía así, a la vuelta iba a tener demasiadas cosas que contar a demasiadas personas. Y al final, se pierden los detalles. Me lo he tomado tan en serio que me he agenciado hoy una camara de fotos nueva para dar fe de que no escribiré las crónicas desde la Malvarrosa o desde la calle San Francisco con una cerveza en la mano.
En fin, no me enrollo. Espero que os guste seguir mi viaje casi tanto como a mí ilusión me hacía contároslo.