La traca final

Hola a tod@s!! Aquí os dejo el video del album de fotos que me he hecho del viaje. Lo hice con Iphoto y mis amigos de Apple me lo han enviado a casa hoy. Es chulísimo y está muy bien impreso. Ya os lo enseñaré.



Hotel 5 estrellas

Hola a tod@s. Después de unos días de retiro (he conseguido superar el odioso jet lag) vuelvo a las líneas de este blog para seguir contando lo que fue mi viaje a Paraguay. Como lo prometido es deuda, y os aseguré que me guardaba muchas curiosidades para escribirlas tranquilamente desde el sillón de mi casa, y con la inestimable ayuda de mi perrita Rita, no os haré esperar más.
¿Os imagináis una habitación de hotel con su cama grande, su televisión, su teléfono, su baño... e incluso con un ordenador para conectarnos a internet? Sí, sí, ya sé que no he descrito nada llamativo en esa habitación. Evidentemente, abonaremos en recepción el precio estipulado por cada noche que durmamos allí. Hasta aquí todo correcto...
Pues bien, ¿cómo se os queda el cuerpo si os cuento que en Paraguay existe un hotel de máxima seguridad para adinerados llamado Tacumbú? ¿y cómo se os quedaría si comprobáis que vuestro vecino de habitación está allí por secuestro, soborno, asesinato...? Pues sí, en Paraguay la prisión de Tacumbú ofrece unas habitaciones VIP a los internos que pueden permitirse pagar cada mes una módica cantidad de guaraníes. No sé vosotros, pero el día que me lo contaron, me quedé más blanca que Casper. Los detalles no tienen desperdicio. Desde presos con guardaespaldas (otro recluso) a sueldo, ordenadores portátiles en la celda, nevera, televisión y...(ahí va lo bueno) teléfono móvil o incluso negocio propio. Sí, sí, como os lo cuento.
Por unos cuantos miles de guaraníes (y la complicidad de algún funcionario asalariado) los reclusos con Visa Oro pueden tener vía directa con el exterior. Y pensaréis...total, por un teléfono móvil?? Pues eso mismo pensé yo hasta que me contaron con todo lujo de detalles cómo algunos presos han seguido delinquiendo desde su propia celda con su teléfono móvil. Es decir, en el caso de un secuestro, el malhechor podría continuar extorsionando a los afectados desde la cama de su suite sin mayor problema que el de la poca cobertura o que se le agote el saldo. Y lo que aquí os detallo es real. Se ha dado el caso en que un preso ha sido (re) arrestado dentro de Teacumbú. Mi pregunta es ¿dónde te llevan cuando sigues cometiendo delitos desde la propia cárcel? Además, me explicaban que, con total impunidad, algunos reos se han permitido el lujo de montar y regentar negocios dentro de la prisión. En concreto me hablaban de un espabilado que se abrió un barecito. Y digo yo, ¿de dónde sacaba la mercancía? ji ji ji.
En fin, las paradojas de la vida. Seguro que los presos comunes (siempre he oído el ejemplo del que roba una gallina, ji ji) están hacinados en celdas ínfimas y malolientes, mientras que los capos de la droga, asesinos y secuestradores disfrutan de unas merecidas vacaciones en sus celdas de lujo de este hotel de 5 estrellas. Y es que, aunque no quiero creer esta frase, en esta vida, con dinero, se consigue CASI TODO. Menos mal, que hay cosas que todavía no tienen precio.

PD: En Paraguay existe otra prisión en el árido Chaco. Aunque me aseguraban que la vida allí es otro cantar. Eso sí, a los que les da por escapar, escriben su destino en la lápida de un cementerio, porque con cientos de kilómetros de extensión sin poblar, la mayoría han muerto de sed o devorados por un animal. Casi que mejor quedarse dentro...

Volando voy...




Hola a todos desde España. He regresado. Con pena, pero he regresado. Aunque el viaje duró 21 horas, he de reconoceros que no se me hizo nada pesado. Atrás dejaba 21 días de experiencias, amistades, celebraciones, buena gente, asados, frío, calor y sorpresas. En casi esas palabras puedo concluir las tres semanas que me ha llevado mi viaje a Paraguay, ese desconocido país que, precisamente por su anonimato, causa esa sensación de plenitud que comportan los descubrimientos.
Mi última noche en Asunción acabó del mismo modo en que empezó mi periplo. Con una gran cena, amenizada con música en directo. Un riquísimo asado, buenos vinos argentinos y chilenos y una mejor compañía no tardaron en provocarme una emoción desbordada. Al fin y al cabo era una noche de despedida, y con las despedidas ya se sabe...
Tras una breve siesta en el sofá, salí del aeropuerto Silvio Petirossi a las 6 de la madrugada. Casi dos horas antes, la brigada de transportes (constituida por mi tío, Carrera, el padre Petris y servidora) inició el viaje a los mostradores de facturación. A pesar de un pequeño incidente con una inepta señora del departamento de migraciones, que decidió ensombrecer mi viaje con el timo por el cobro de una multa que se inventó, y que casi me hace perder el vuelo, he de reconocer que los trayectos fueron bastante bien. Despegué de Asunción a la hora exacta (las fotos que os he puesto forman parte del epacio aéreo paraguayo) y aterricé en Buenos Aires con puntualidad. Los argentinos están obsesionados con la famosa gripe H1N1, de ahí que en el aeropuerto nadie pueda escapar al control de temperatura que hace la criba de sospechosos. Suerte que no dí fiebre, porque de haber sido así te retienen en el aeropuerto hasta que determinan que la provoca un dolor de muelas, unas anginas, o una resaca mal llevada. He de deciros que, aparte de eso, me quedé impresionada con la extensión de la ciudad de Buenos Aires. Es enorme!! Y el aeropuerto también. Tiene infinidad de tiendas (marcas incluidas), cafeterías, puestos de souvenir para rezagados, y muchísimos asientos cómodos para matar las horas de espera.
En mi caso, como mis maletas estaba llenas hasta límites insospechados, tuve que tirar de duty free para poder llevar a cabo una cata de vinos argentinos en mi casa y unas cuantas meriendas endulzadas con alfajores y dulce de leche (mmmm). Pues bien, después de mi periplo consumista, me estanqué en un coqueto asiento con vistas al despegue de aviones (cuánto entretiene) y me puse a ver Perdidos (que paradoja, ver despegar aviones en la realidad, mientras otros se estrellan en la ficción. Y eso sólo minutos antes de subirme a uno...). Como los enchufes son a los aeropuertos como el agua al desierto, dosifiqué la batería de mi Mac para poder aguantar sin aburrimiento las cuatro horas de escala. Un par de capítulos fueron suficientes para completar el tiempo que me llevaron las compras. Y así, sin enterarme, me subí al vuelo de Iberia que me devolvió a casa. Igual que a la ida a Paraguay, a la vuelta también caí en brazos de Morfeo, aunque en esta ocasión me despertaba religiosamente para las tres comidas de las 12 horas de vuelo. (¿Por qué la comida del avión tiene que ser tan mala?). Coser y cantar. A las 7 de la mañana (hora española y 1 de la madrugada paraguaya) aterrizaba en la T-4 de Madrid. Por cierto, hoy he leído que sólo unas horas después hubo un apagón en el aeropuerto.
Y nada, tras un corto viaje en coche llegué a Cuenca. Allí me esperaba Rita (con menos pelo pero la misma ilusión), y mi familia. Imagináos cómo estaba mi cuerpo que, llegué a las 10 a casa, me tumbé en el sofá y desperté a las 7 de la tarde. Claro, que anoche no pude pegar ojo hasta las 6 de la madrugada. Eso sí, hoy he amanecido a las 3 de la tarde.
Aviso a los lectores de este blog de que mi viaje ha concluido, pero no mis entradas al blog. Todavía tengo que contar muchas cosas de la vez que hice las américas... Lo mejor, siempre se deja para el final...

Continuará...

Audrey por un día



Aquí están las fotos que os he prometido. Este ha sido mi desayuno por un día. No tenía diamantes, pero seguro que el croissant que Audrey Hepburn comía en Tyfannys no había sido preparado con tanto detalle como mi super bandeja... He oído envidia??

Made in Taiwan




Puf, qué duro se me hace escribir esta entrada cuando, como muestra una de las fotos, estoy cruzando la línea que separa el viaje de lo que será revivirlo en imágenes. Hoy es mi último día en Paraguay (que no la última vez) antes de sobrevolar el espacio aéreo de medio mundo y dormitar más de cinco horas en varios aeropuertos. Pero no importa, porque mi balance no puede ser más positivo. Aunque, como todavía estoy de viaje, voy a seguri haciendo lo que hasta la fecha: contaros mis batallitas.
Esta semana, desde que Larisa se marchó a Praga, está siendo tranquila. El martes por la mañana me levanté temprano para ir a hablar con los chavales del taller de periodismo. Inmediatamente después hice una de las cosas que más me gustan hacer cuando voy a una ciudad nueva. Visitar su mercados y supermercados. Los que me conocéis sabéis de mi afición por los productos gastronómicos y por buscar las diferencias entre lo que comemos en España y su equivalente en ese país. Me lo pasé pipa! Primero fui a un hipermercado con mi amigo Aldo (super encargado de la compra diaria de Salesianito) y después al pintoresco Mercado Cuatro con mi tío. Os contaría en vano lo que ví, pero no os preocupéis porque hice más de cien fotos de ambos sitios. Cuando llegue a España voy a continuar escribiendo este blog durante algunos días, porque me he reservado algunas entradas de curiosidades que os van a encantar, entre ellas los cambios de nombres de alimentos, películas, series, o personajes animados.
Pero, sigo, que me desvío. El Mercado Cuatro es una especie de Granz bazar turco y bazar de las especias, pero mezclado. En él podemos encontrar infinidad de calles que conforman un laberíntico mundo de venta de ropa, zapatos, artesanía, carne de res, pescado, frutas, verduras, dulces, comidas preparadas, y hasta puestos de tarot. Un espectáculo para la vista. Ya sabéis mi teoría de que para conocer una ciudad hay que visitar sus mercados.
Por la tarde me fui con mamá, Juanjo, su prima María José y Lari a un parque espectacular que se llama Ñu Guasú. No os imagináis qué maravilla. Es enorme, pero de fácil tránsito. Tiene un paseo asfaltado para pasear o correr que se alarga 5 kilómetros. Paralelo a ese sendero, otro para bicicletas. Pues bien, a lo largo del camino podemos hacer paradas para realizar ejercicios con pesas (integrados en el parque), asistir a una clase de aerobic, desgustar mate o tereré, plantar un árbol autóctono, o simplemente descansar en un banco junto al lago artificial que sirve de corazón. Pero, una de las cosas más bonitas del lugar (ademá de la compañía y la preciosa tarde que hacía) es una coqueta isla artificial que flota en el centro del lago. Made in Taiwan. Sí, sí, no es una broma. El gobierno de Taiwan es a Paraguay como los Reyes Magos a los niños españoles. A cambio de reconocerlo como país y votar a su favor en la ONU y ese tipo de organismos, Taiwan agasaja a Paraguay con caros regalos como esta isla (en la foto se aprecia incluso la pagoda construida) o su nuevo Palacio en el que se aúnan las cámaras del Congreso y Senado.
Quiero resaltar el hecho de que muchos de vosotros me hayáis comentado en vuestros emails lo bonitas que os parecen las fotos y lo espectacular que parece el país. Pues os lo confirmo. Tiene cosas verdaderamente increíbles. Pero por alguna razón, desconocidas al mundo. Las cataratas crían la fama y el resto del país carda la lana. Paraguay es un país sumamente verde, húmedo y rico en gente. Lástima que para otros muchos aspectos no haya alcanzado las cotas de bienestar que provocan sus paseos por el campo, sus tardes en el parque, o sus cenas con los lugareños. Aún así, os recomiendo una visita.

Para terminar de rematar esta entrada, voy a poneros los dientes largos a más de uno. Anoche rematamos la semana (y casi el viaje) con una espectacular cena en casa de la dulce Leti y el más dulce Roger. Una mariscada en toda regla. Teniendo en cuenta que el pescado de mar es ya un lujo para Paraguay (es el único país de Sudamérica, junto con Bolivia que no tiene mar), imagináos lo que son las gambas y langostinos. Pues de eso, nosotros anoche comimos hasta no poder más. Y como fin de fiesta, unas espectaculares tartas salidas de las golosas manos de María Castaña.
Como en realidad estoy escribiendo esta entrada cuando son las 11:22 horas de la mañana del jueves, tengo también que contaros que hoy me he despertado con una super sorpresa de la pasteleria María Castaña. Mi tío me había enviado una bandeja enorme (con patas para la cama y todo) con un termo con chocolate caliente, fruta natural cortada, zumo recién exprimido, croissants mini, sandwichs mixos minis, alfajores, palmeritas... No faltaba de nada. Tampoco la taza... Desde aquí gracias a mi tio y a Mirtis (la dueña de la mejr confitería de Paraguay). La foto del regalazo de desayuno la subo en un ratito, que a estas horas, aún estoy comiéndomelo...

El futuro del país


Hoy quiero dedicar una entrada especial para los alumnos de último curso de Salesianito que ayer tuvieron que aguantar mi charla en su taller de periodismo a las 7:15 de la mañana. Desde aquí quiero darles las gracias a todas ellas ( y a los dos únicos chicos que se han apuntado a la clase) por haber mantenido la atención durante toda la hora. Espero que todo lo que yo les conté les sirva, a partir de ahora, para valorar el esfuerzo que hacemos los periodistas en nuestro día a día. Pese a que a ninguno de ellos les atrae demasiado esta profesión, con este taller pueden tener una visión de cómo se elabora un periódico de los de verdad, y cuán sacrificada es la vida de quienes día a día se enfrentan a la página en blanco. El mejor ejemplo lo tienen en su profesor, Osvaldo, que a pesar de las interminables jornadas en ABC color, saca tiempo para enseñar su profesión a los más jóvenes a primera hora de la mañana. Como ayer os dije a todos, de vosotros depende que los jóvenes comiencen a aparecer en los medios como el futuro de un país, y no sólo para rellenar estadísticas de cuánto alcohol bebemos, cuántas horas estudiamos al día, o a qué edad comenzamos a consumir drogas. Y todo eso se consigue haciendo cosas visibles. También os animé a abriros un blog para poder colgar en internet todo lo que queráis contar al mundo. A ver quién es el primero que me da una sorpresa y me envía la dirección del suyo...
Ante todo, gracias por haberme recibido tan bien en esta mi primera experiencia al otro lado de la mesa de alumna y suerte en la universidad! Escribidme un email los que queráis a martahortelano@gmail.com
Nos vemos en la red!

PD: Gracias a Osvaldo por permitirme contar a sus alumnos mi experiencia diaria y darme la oportunidad de explicar las luces y sombras de una profesión tan bonita como ingrata.

Cuando el río suena, catarata lleva...



Una furgoneta, ocho amigos y el pasaporte en regla. Lo suficiente para completar un viaje dentro de otro gran viaje que durante dos días me ha llevado a tres países distintos. Aunque de puntillas, puedo decir que en apenas 48 horas he cruzado la frontera de Argentina, para avanzar a Brasil y dormir en Paraguay. La causa bien merece las horas de rodaje y los kilómetros de más. Y esa causa no es otra que la de las imponentes cataratas de Iguaçú.
Con la resaca cumpleañera, a las cinco de la madrugada, mi tío y mi segunda familia adoptiva (los que forman la foto de la entrada anterior), con la incansable ayuda de Carrera, pusimos rumbo a Ciudad del Este para completar el mapa de sitios recomendados del inexistente turismo paraguayo. En total, ocho pasajeros para poner cara a las fotos de una de las maravillas naturales del mundo. El viaje de ida debió ser bonito. Y digo debió porque no abrí el ojo en los 400 kilómetros. Un año más empieza a pesarme…A eso de las 10 de la mañana (y sin desayunar. Dato importantísimo) llegamos a la primera de las maravillas del mundo del planning de nuestras intensas jornadas. La presa de Itaipú cortó la cinta del maratón fotográfico. Para los que no lo sepáis (yo misma hasta hace unas semanas), Itaipú es la mayor presa del mundo en producción de energía electrica. Una obra faraónica en medio del río Paraná que permite que brasileños y paraguayos puedan encender la luz por las noches. La central se encuentra situada en la línea fronteriza de los dos países, por lo que a la hora de los consejos de administración, la mesa se divide por una línea imaginaria en la que se delimita la frontera de ambos territorios. Como sentarse a tomar café con medio cuerpo en cada lado. Soy bastante mala para los datos, pero para que os hagáis una idea de las dimensiones de semejante obra faraónica, con el acero que se empleó para su construcción (allá por el año 73) se podrían levantar 380 torres Eiffel. El juguetito impresiona hasta los que no sabemos ni lo que es una turbina. Gracias al director paraguayo de Itaipú, Carlos Mateo Balmelli, los tripulantes de la furgoneta pudimos adentrarnos en el corazón real de la central. Visitamos cada uno de los rincones a los que sólo tienen acceso los trabajadores, recorrimos sus kilométricos pasillos (no es una exageración) y dimos fe de que un día, hace 30 años, el río Paraná reinó en lo que ahora es la mayor central del mundo. En estos días de visita paraguaya, la central ha sido protagonista de la actualidad porque Brasil y Paraguay se encuentran en plena negociación para renegociar las condiciones de venta de energía. Los brasileños consumen toda la que producen (50%) y tienen que echar mano de la de sus vecinos para poder abastecer a su enorme país. Paraguay, sin embargo, no utiliza ni una cuarta parte de la que es ya considerada una de las siete maravillas del mundo moderno. Itaipú, que en guaraní quiere decir “la piedra que habla”, nos da una pequeña lección de miniaturismo (palabra de mi cosecha) y nos pone de bruces con el mundo de los macrotamaños. Si no, mirad la foto de grupo en uno de los tubos por los que pasa el agua a la turbina. Una cura de humildad que nos muestra la proporción universal.
Después de tan magna arquitectura de la bombilla, nos dirigimos a Ciudad del Este. Que me perdonen los lugareños, pero en mi vida me topé con ciudad tan fea, sucia, oscura e insegura como esta. Ciudad del Este es el paraíso de las compras tecnológicas y de las falsificaciones. Qué paradójico que, siendo la ciudad más cercana al gigante de la energía, esté tan oscura. La vida comienza a las cinco de la madrugada, con las ventas ambulantes, y termina doce horas después, con los residuos de los mercados en medio de sus calles. Un desastroso tráfico pone la guinda a la joya del este. Suerte que sólo nos sirvió de ciudad dormitorio para pivotar hacia nuestras visitas. Bueno, a todos menos a mi tío. Como lo tenemos castigado a estar sólo en Paraguay, lo dejamos de vigilante en el hotel. Así, los siete furgoneteros pusimos rumbo a Argentina. En un plis, y a pesar de la demora de los asistentes de la frontera con los pasaportes, paseábamos por territorio Kischnerr. En menos de lo que dura una raya del suelo, habíamos perdido una hora del día (en Argentina hay una hora más) que nos impidió ver las cataratas en todo su esplendor. Tras un leve periplo, regresamos a Paraguay para poner rumbo a Brasil. Era nuestro plan B Tercer país en un día. En el país de Lula hicimos algunas compras antes de cenar y esperamos pacientes la llamada de la naturaleza para mostrarnos el mayor espectáculo del agua jamás visto. Ya el viernes pudimos por fín contemplar uno de los mayores espectáculos naturales jamás visto. Las imponentes cataratas de Iguaçú. No he tenido tiempo de subir los vídeos que he hecho de los torrentes de agua que caen por las rocas, pero os aseguro que es estruendo era ensordecedor. A lo largo de un par de kilómetros a pie por el paseo turístico, uno queda impresionado no sólo por que el agua brote por todos los rincones, sino también por las infinitas tonalidades de verde de la vegetación que sirve de paisaje a tamaño espectáculo. Os recomiendo a todos que visitéis este parque natural alguna vez en vuestra vida, porque sólo ante un acontecimiento así podréis tener conciencia de las dimensiones de la naturaleza. Uno se siente tan insignificante delante de las enormes cascadas que separan Paraguay, Argentina y Brasil, que comienza una cura de humildad con cierto aire inspirador. El agua evoca energía, fuerza…y seamos sinceros, también un poco de frío, porque el ambiente es una ducha constante. Tal es así que hasta las invisibles telarañas se hacían visibles a la vista, sobrecargadas por diminutas gotas de rocío que destapaban su siempre discreta presencia. Ya os enseñaré las fotos. Aunque sin duda, lo más increíble de Iguaçú es la garganta del diablo. Una salto de agua enorme sobre el que hay instalada una plataforma de hierro que te permite meterte de lleno (textualmene) en la catarata. El espectáculo lo completa la mezcla de agua y sol, que nos regala un arco iris casi permanente. Os aseguro que merece la pena el baño (y los 21 reales de la entrada para los que no pertenecemos al Mercosur). Entusiasmados con el baño de naturaleza, los furgoneteros completamos el día con una gran comida en una churrasquería.
Queridos españoles, mientras nosotros nos gastamos medio sueldo en un restaurante argentino por comer un trocito de carne vacuna, en este santo país nos dejan que nos hartemos de ensaladas, verduras y pastas en un buffet, antes de sacarnos a la mesa (recién salido de las parrillas) unas enormes espadas con carne pinchada. Costillas, lomitos, rabadilla y pollo, pavo, y otras tropecientas carnes más de no sé cuántos animales (sobre todo vaca). Un lujo para los sentidos. ¿Qué cuánto cuesta semejante festín? Entre 25.000 y 30.000 guaraníes. Un euro son 7.000 guaraníes. Para los que olvidaron las matemáticas, la comida completa sale por unos 4,5 euros. ¿Caro, verdad?
Y así, como acaban siempre todas las celebraciones (alrededor de una buena mesa) terminamos los ocho de la furgoneta nuestro inolvidable viaje al paraíso del agua. Y luego dicen que el Ebro tiene caudal… Ja, ja, ja

PD: Por la noche asistí junto a mi tío al aniversario del diario ABC color. El más vendido aquí. Y por fín, 15 días después de mi llegada, conocí la noche paraguaya con Juanjo, Larissa y Bettina. Pero para saber los detalles (y verlos) tendréis que esperar a mañana. Continuará…

Segundo cuarto de siglo









Hola a todos. Escribo mi primera entrada en este blog desde que he estrenado edad. Ya estoy de lleno en el segundo cuarto de siglo y os aseguro que la entrada a esta nueva etapa no la voy a olvidar jamás. Antes de nada, quiero pediros disculpas por haber dejado un poco huérfano de entradas el blog, pero me marché directa desde la fiesta a un viaje de dos días por Argentina y Brasil para ver las cataratas de Iguazú. De hecho, ahora os voy a relatar brevemente cómo viví el día de mi cumpleaños y en unas horas, me meto de lleno con mi gira Iberoamericana (al más puro estilo De la Vega).
Os acordáis de que el día en que llegué a Paraguay os conté que mi día había tenido 30 horas? Pues con mi cumpleaños sucedió exactamente lo mismo. Los primeros mensajes comenzaron a llegarme a las seis de la tarde hora paraguaya (12 de la noche hora española). Imagináos. Esa tarde estaba en el lago de Ypacarai, como os conté en la entrada anterior. Pues esa misma noche ya no dormí nada, porque parece que a los amigos españoles os entró la prisa por tirarme de las orejas a través del teléfono y empecé a recibir llamadas a las 5 de la madrugada (hora PY). Quiero aprovechar para agradeceros las muchísimas felicitaciones, llamadas, mensajes de móvil, felictaciones vía facebook, tuenti... que he recibido. Este año he batido un récord. Gracias a tod@s por acordaros de mi.
Bueno, como os adelanté en el post anterior, el viaje de este año desembocó en una celebración cumpleañera invernal. A los que cumplimos años en agosto no se nos pasaría por la cabeza asociar velas, tarta y regalo con bufanda, abrigo y estufa. Y afortunadamente, este año, tampoco ha sido así para mí. A modo de prórroga, el tiempo ha dado una tregua por aquí y hemos vivido cuatro días de temperaturas veraniegas, Los termómetros de Asunción marcaban 28 grados en el mes más frío de su invierno. Gracias a eso, pudimos celebrar mi fiesta de cumpleaños en la terraza de Salesianito. Cómo imaginaba que si os contaba que había recibido a más de 200 personas por mi celebración, he decidido poneros un video para que no me llaméis exagerada (y para que mi abuelo vea la cantidad de gente que es capaz de congregar mi tío con unas cuantas llamadas telefónicas).
Cenamos asado y paella, bebimos buenos vinos argentinos y chilenos y comimos seis tartas y alfajores por gentileza de la estupenda pastelería María Castaña. Toda una delicia. Al más puro estilo boda, un grupo de música amenizó la velada durante las casi cinco horas de fiesta. Junto a las más típicas canciones latinoamericanas (Zapatos rotos, el lago de Ypacarai...) llegaron las canciones españolas de los 60. Eva María dejó la playa para pasar por mi fiesta, el rayo de sol hizo presencia ese día (uo, o o o), y paquito chocolatero se apuntó a la degustción de 100 kilos de asado. Como no podía ser de otra manera, sonó el ya mítico "que los cumplas feliz" (del que dejo también constancia gráfica).
Que los paraguayos son gente estupenda, cariñosa, generosa y súper amorosa (re amorosa, como dirían ellos) es una evidencia. Pero la noche de mi cumpleaños dejaron página impresa de su hospitalidad y don de gentes. De las más de 200 personas que acudieron a la llamada de la farra (la fiesta aquí), yo apenas conocía a un centenar. Todos los invitados me regalaron algo. Fue increíble. Todo el mundo me obsequió con lo más típico de Paraguay. No quiero dejarme nada, pero llegué a casa con 20 bolsas entre las que se encontraban preciosas joyas de filigrana paraguaya, música típica, el tradicional ñandutí, collares artesanales, bolsos típicos, camisas paraguayas, bombones, artesanía de cuero, perfumes, pañuelos y un precioso libro de los ayoreos de mi amiga Deisy. No os imagináis qué generosidad. Poco me faltó para soltar alguna lagrimita. Mi cumpleaños de 2009 ha sido lo más parecido a una boda que nunca voy a tener. Por eso, quiero aprovechar la entrada de hoy para agradecer a todas las personas que de una manera u otra colaboraron.
A los Salesianos por prestarnos su colegio para preparar la fiesta (los padres Petris, Pedretti, Viedma, el director Gabriel, Zabala. Mis buenos amigos Aldo y Cristian, la savia nueva de Salesianito). A los invitados por hacerme pasar un cumpleaños inolvidable, por sus regalos, y por su incuestionable apetito (no sobró nada de las dos paellas, y los 100 kilos de asado). A Tina y a Belarmino por haberme acogido en su casa como si fuera una hija más. De verdad que me siento una más de la familia. Quiero hacer una mención especial también a mi segunda familia paraguaya (en la foto de hoy). Mi segunda mamá Rosa, junto a mis hermanos Juanjo, Lari y Leti (la dulce Leti y su también dulce Roger, para que no tenga celos). Mi querida cuñada Larissa (una preciosa y encantadora políglota que hoy nos ha dejado solos...) y la TI (ERE) NA (quiere decir tierna) Bettina. Esta mención es especial para ellos por haberme dejado formar parte de la vida paraguaya en el día a día. A ellos les debo las excursiones al shopping, la salida a Sanber (el lago), las exposiciones de historia paraguaya, la vida nocturna, y....MI AFICIÓN POR LOS LOMITOS. Desde aquí os adelanto que estoy preparando una entrada para mañana sobre curiosidades y cosas típicas de aquí que os encantará. Ahí descubriréis a Bartolo y a sus lomitos, cómo se llaman aquí los dibujos con los que crecimos, y un curisos concurso hostelero.
Sigo. Quiero también agradecer a las cocineras de Salesianito, al incansable Carrera, a don Leo y a Nicolás su dedicación. Sin ellos la fiesta no hubiera sido posible. A Zanardini, por ser él, porque todo calificativo se le queda pequeño ("Qué suerrrrrrte") y por ayudarme a descargar los regalos en casa. A Deisy por haber venido con Alan y Cristel sólo para darme un beso y dedicarme su libro. A ella le debo mi inolvidable descubrimiento de José Iqebi.
Y por último, y más importante (me dejo lo mejor para el final), a mi tío por haberme organizado la mejor fiesta de cumpleaños que jamás he tenido. Nunca voy a poder agradecerle lo suficiente este viaje en su conjunto. Una experiencia que está poniendo los ingredientes necesarios a la receta de mi vida.

Y en general, gracias a todos vosotros por seguir mi día a día y hacerme ver que, a pesar de lo que decía Barrio Sésamo...LEJOS PUEDE SER CERCA.

Una noche linda nos conocimos...



Aviso: esta entrada ha de leerse con la música que adjunto abajo.

Me reencuentro con este blog tras días de trajín por las regiones limítrofes a Asunción. Estoy conociendo un país maravilloso, disfrazado de diamante en bruto. Con la ayuda de un buen orfebre, todavía por llegar, no me cabe la menor duda de que en algún momento brillará. Desde luego, recursos no faltan. Desde aquí aprovecho también para saludar a los amigos paraguayos que sé que estos días leen estas líneas (me consta que mi tío ha hecho una buena campaña de marketing). Les animo a que me envíen sus comentarios a martahortelano@gmail.com
En estos días he visitado de nuevo Limpio (la ciudad de las villas de mi tío), aunque he conocido más personalmente a quienes habitan esas preciosas casas. El sábado los vecinos de la cuarta fase de Villa Madrid nos recibieron con una copiosa merienda. Como colofón, unas emotivas palabras de quienes un día recibieron como fruto de su esfuerzo, trabajo y dedicación un regalo en forma de casa. Ahora, con medio camino judicial allanado no dudan en celebrar que su querido Paí Rubio puede volver a visitar a las que se consideran también parte de su familia. Eso sí, todos insisten en la necesidad de que mi tío continúe con su labor porque del mismo modo que ellos se sienten afortunados por su ansiado techo, comprenden que son miles las personas que todavía se encuentran como en su día ellos vivieron. Sin duda, un emotivo momento (y eso que sólo soy espectadora).
El domingo volví a asistir a la misa en Salesianito. Me alegro de poderos contar que este blog está siendo muy seguido. Tanto que mi tío no dudó en utilizarlo en su homilía. En concreto, la entrada de Iqebi (gracias por las decenas de comentarios cariñosos). Tras la eucaristía nos fuimos a comer a la región de Emboscada, a la finca del amigo Gatti, Arrozal cue. Un magnífico asado. Por la tarde fuimos a visitar al también amigo Sócrates (al que doy las gracias por su correo. Me alegro de abrir una ventana al exterior para él en este momento con este espacio).
El lunes fue más distendido. Tras una mañana de descanso, por la tarde conocí un poco más de cerca la parte monumental de Asunción (que la hay). El antiguo Senado, el nuevo edificio en el que se agrupan Parlamento y Senado, y las orillas del grandioso río Paraguay. Siento no poderos decir el nombre del lugar, pero justo en esa zona visité una explicativa y didáctica exposición sobre la fundación de la ciudad que da nombre a la capital del país. Arte paraguayo (os enseño las fotos) al más puro estilo pop art. Para rematar el día, un concierto de jazz en vivo. Unas líneas más adelante me dedicaré a hablaros de la vida nocturna paraguaya (activa y continuada).
Hoy martes he visitado uno de los lugares más bonitos de mi viaje (y diría que de mis viajes). Nunca os ha pasado que un lugar, ciudad, canción, película… os atrapa sin saber muy bien por qué? A mí me pasó un poco eso esta tarde con el lago de Ypacarai. Famoso por la canción de los tres sudaméricanos, poco o casi nada queda de ese lago azul en el que una noche linda nos conocimos…Aún así, el entorno es inmejorable, bucólico y con un punto romántico, que casi roza lo filosófico. Buen lugar para escribir una novela, pensaba yo mientras veía una de las puestas de sol más bonitas que he podido contemplar (con permiso de la turca sobre el mar de Mármara). He fantaseado rato sobre la imagen de mí misma sentada frente al ordenador con una ventana abierta, buena temperatura (hoy hemos tenido 28 grados y es invierno), música de Madeleine Peiroux y la inmensidad del lago como horizonte. Suena bien, verdad? Ahora escribo estas líneas desde el salón donde mi familia adoptiva me ha acogido con tanto amor. La mejor señal es que no extraño mi casa, suplo a mi familia con el cariño de la dulce Tina y de Belarmino y la compañía de Rita con la de su homóloga Samantha (mi intrépida amiga perrita). Mañana es mi cumpleaños, y los que me conocéis sabéis que las fechas señaladas me señalan otras cosas. A estas horas ando ya un poco sentimental, aunque con la tranquilidad de que este estado pasajero sólo hace parada un par de veces al año. Y este durará menos, porque mañana voy a celebrarlo con una fiesta en el colegio de mi tío. Mi primer cumpleaños fuera de casa y en invierno. Todo un acontecimiento. Sin duda guardaré las fotos para recordar el día en que soplé las velas con bufanda en pleno agosto.
Hace una preciosa noche estrellada, y casi primaveral. Desde el jardín de casa veo el mismo cielo que hace justo seis horas se ha paseado por mi querida Cuenca. Me encanta mirar el cielo y saber que al otro lado del mundo alguien puede mirar lo mismo. Me da sensación de cercanía. Ya lo decía El Principito, las estrellas brillan en el mismo cielo en partes distintas y cuando queramos saber que hay alguien ahí, esa estrella brillará más. Esta noche las mías echan chispas. Todo un regalo de cumpleaños llegado del cielo. El mejor, diría yo…



Pd: La foto del cuadro hace alusión a la globalización. Un indio ayoreo, como Iqebi, luce una camiseta Nike. Qué os sugiere?

José Iqebi, ese hombre



Hago una presugerencia antes de entrar en materia. Me gustaría que me enviárais un comentario sobre lo que habéis leido en esta entrada. Como el blog no deja ponerlos, enviadme un correo a martahortelano@gmail.com o en mi facebook. Os lo agradeceré muchísimo. Explico las fotos. La primer son dos nietas de Iqebi. Mis modelos particulares. Y en la segunda aparece Iqebi (obviamente conmigo) y una parte de su familia.


Afortunadamente, todavía hay cosas en la vida que el dinero no puede comprar. Cuando uno puede ser protagonista de uno de esos regalos sin precio parece como que el mundo no pudiera ser más redondo. Como si te empacharas de vida por haber dado un mordisco demasiado intenso.
Yo hoy me siento así. Las casi catorce horas de camino por el inóspito chaco paraguayo se olvidan cuando, aún en caliente, uno ordena los cajones de la memoria y consigue dar sentido a lo vivido en unas intensas 36 horas. Eso es lo que ha durado mi viaje a la comunidad de indígenas ayoreos asentada en Jesudi. Aunque pensándolo mejor, mi viaje se remonta siglos atrás.
Ayer partí hacia un pequeño asentamiento indígena a 70 kilómetros de la ciudad menonita de Filadelfia (buscad en Google la palabra menonita) para conocer cómo vive este colectivo minoritario en pleno siglo XXI. Todo esto gracias a la invitación de una encantadora y amorosa antropóloga llamada Deisy y de la ayuda inestimable de su fiel ayudante Claudio. Me vais a permitir que la entrada de hoy no tenga límite de espacio, pero podría escribir un libro entero sobre la intensidad de la experiencia.
Salimos de Asunción a las 10 de la mañana. Además, de Deisy y Claudio, la camioneta que nos llevó hacia Jesudi tenía un ilustre invitado. José Iqebi (no olvidéis este nombre) tiene 63 años. Tiene el deshonroso honor de haber sido el primer indígena capturado en el chaco paraguayo. Y digo capturado porque con sólo doce años, en 1957, y en plena dictadura de Strossner, a Iqebi le sacaron de los áridos bosques en los que vivía para meterlo en una jaula. Sí, hace sólo 50 años que en este país se hacían esas barbaridades. A Iqebi lo apresaron como si fuera una pieza de zoológico por su única condición de indígena. Desde Río Negro, donde él vivía con sus padres, su hermana y su hermano, le trasladaron a Asunción. Él recuerda ese momento perfectamente, como recuerda que cuando le subieron al camión donde se transportaba su jaula era la primera vez que veía un vehículo, y su primer encuentro con las personas de raza blanca. Hasta ese momento, no tenía constancia de que existieran otras personas de otras etnias, ni de que los humanos habían poblado las ciudades. Recuerda que cuando la camioneta se puso en marcha, creyó que los que se movían eran los árboles y las casas en lugar del coche. Y de todo esto sólo hace 50 años…
Iqebi (su nombre en lengua ayorea) dejó los barrotes gracias a la perseverancia de una congregación religiosa, que le acogió. Allí aprendió castellano y comenzó lo que para el resto de humanos debía de ser su vida. Él asegura que los primeros años no podía dejar de pensar en su verdadera vida y en la familia de la que le habían separado. Aunque con el paso de los años entendió que la única manera de evitar el sufrimiento que le producían los recuerdos era tratar de dejarlos en el fondo de la memoria. Dice que logró tener esa fortaleza porque “es un verdadero indio”. Seguro que lo es. 20 años después logró que le llevaran de regreso a casa e inesperadamente se reencontró con su familia. Su padre había fallecido, como también su hermana, a la que, al parecer, devoró un tigre. Iqebi cuenta con tristeza cómo lo peor de su vuelta fue no poder volver a ver a su familia completa y se lamenta de no haber podido salvar a su hermanita de las garras del felino. Él todavía cree que con él a su lado no habría pasado. Con los años, formó su propia familia y se trasladó a vivir a Jesudi, donde ahora ha formado una numerosa familia. Iqebi es un suertudo. Tiene dos mujeres, con las que vio nacer a sus diez hijos. De nietos ya ha perdido la cuenta. Todos viven en una comunidad en la que también se asientan varias familias más y Alfonso, un joven estudiante argentino que prepara su tesis sobre esta cultura. José, con la ayuda inestimable de Deisy, José Zanardini y quienes han conocido su cruel historia, ha conseguido una proeza. El Estado paraguayo le ha reconocido el perjuicio causado durante la dictadura, con su captura, y le ha hecho valedor de una pensión mensual compensatoria. Lástima que sólo sea de 300.000 guaraníes (menos de 50 euros) y tenga que cobrarla en la capital, a más de 500 kilómetros de su asentamiento. Gastaría más en el viaje que lo que da el sueldo. Por esa razón, Iqebi agrupa sus pagas de dos en dos y aprovecha la colaboración de Deisy para ir y venir a Asunción. En cada uno de sus viajes se convierte en un Papá Noel indígena. Agota hasta el último guaraní en galletas (un tipo de pan similar a las medias noches), pan, azúcar, arroz, dulce de leche y conservas.
Los ayoreos arrastran una cultura milenaria en la que la evolución apenas ha hecho entrada. Iqebi es un caso aparte. Él visita la ciudad para mejorar la calidad de vida de los suyos, habla castellano como herencia de su cautiverio y ha visto el mundo fuera de las copas de los árboles que pueblan su hogar. Eso sí, a pesar de que conoce el progreso y las comodidades, nada como la tierra de su suelo para dormir. Su familia todavía conserva los métodos de vida más arcaicos. Se alimentan básicamente de la caza, cada día más difícil por la deforestación del terreno. Tortugas y Chanchos (jabalíes) componen la dieta de las semanas de suerte. Si no, una de las gallinas que campan a sus anchas por el campamento tendrá sus plumas contadas. La sequía convierte el agua en un bien de lujo para ellos. Pero a pesar de todo, son felices porque viven como han elegido. El fuego es el eje central de la familia, con permiso de Iqebi. Alrededor del palo santo se preparan el cocido (agua, azúcar quemada y hierbas), calientan el agua del mate y se calientan de las bajas temperaturas que el cambio climático acentúa.
Gracias a Deisy y la hospitalidad de la familia Iqebi pude pasar una noche en su poblado como un miembro más del clan. Los ayoreos hablan su propia lengua, pero José, un perfecto anfitrión evitó que me sientiera Lost in translation. Muchas risas frente a una copiosa cena (nosotros sólo mirábamos)mientras los perros más delgados del mundo (incrustados en la hoguera para no tener frío) se resignan con las migas del día después. Cómo son la cosas. Yo tapada hasta las orejas (jersey, abrigo, bufanda, botas…) y los niños pequeños descalzos y sin apenas ropa con la que vestirse. Pero ellos son ayoreos, y los indios no sienten el frío. Ellos son de otra pasta. Sólo así se entiende. Con casi una veintena de niños de edades de entre 8 años y meses, las madres reconocen perfectamente quién es el que llora.
Hasta Jesudi no llega la luz eléctrica ni el agua potable, pero desde hace meses sí la cobertura de móvil. En Paraguay el teléfono es muy barato y la familia Iqebi ya cuenta con varios de estos cacharros para comunicarse en los viajes del patriarca a la ciudad. Así no vuelven a separarse…
Las condiciones higiénicas no existen, pero todo eso se olvida cuando tienes delante a una familia como la de Iqebi, que mantiene su ancestral modo de vida, de espaldas a la obligada civilización. En medio de la noche cerrada, una de las esposas de Iqebi nos obsequió con un sentido canto tradicional ayoreo que se asemeja a un llanto por un duelo. Fue estremecedor. Mientras, los más pequeños van cayendo en brazos de Morfeo. Las mujeres comienzan a tejer el caraguatá, una planta similar al aloe vera de la que sólo extraen sus fibras para hacer hilo.
La noche la pasamos en una tienda de campaña, aunque la vida para los ayoreos no duerme. Como tampoco el tiempo, que no miden en años.
Podría escribir de esta noche de 31 de julio durante horas, pero me reservo algunas cosas para la conversación en persona. Sin duda una de las mejores experiencias de mi vida. De ella me quedo con el cariño de Iqebi y su abrazo de despedida, con las sonrisas de sus nietos y con la esperanza de que algún día conozcan el mar del mismo modo en que se conocieron un poco más a sí mismo con las imágenes que proyecta una simple cámara de fotos.

PD: La cámara de fotos fue la sensación del viaje. Los más pequeños posaban para mi y rápidamente me pedían que les enseñara el resultado. Aunque os parezca increíble, la mayoría nunca ha visto su propio reflejo en un espejo y no se reconocen en una foto. Os enseñaré la galería del viaje en el que conocí a José Iqebi. En breve, Deisy publicará un libro sobre la biografía de este gran hombre y me ha prometido incluir algunas de mis fotos del viaje.