Hola a tod@s! Si os fijáis la hora en la que escribo esta entrada descubriréis una de mis principales aficiones desde que estoy en Liverpool: salir los viernes por la noche. De eso precisamente quiero hablaros en la entrada de hoy. Desde aquí aprovecho para pediros perdón por haber dejado tan abandonado el blog. Muchos de vosotros me reclamáis que escriba más, pero, no tengo demasiado tiempo libre. También aprovecho para contaros una gran noticia (al menos para mí lo es). El sábado vuelvo a España después de seis semanas en mi aventura inglesa. Pero esta vez sólo vuelvo por vacaciones. Para los que todavía no lo sepáis, voy a quedarme a vivir en Liverpool por una larga temporada, así que abro desde hoy el plazo de reserva para las visitas. De uno en uno, que hay para todos. Hechas las elucubraciones y aclaraciones previas (se me olvidaba hacer mención especial a Rafita, mi Ana, Rosanna, el tete y mi familia, que se han convertido en lectores puntuales de mis batallitas) me meto en faena.
Hoy quiero hablaros de cuán rica y diversa es la vida nocturna en la ciudad que nunca duerme. Liverpool tiene una riqueza cultural y social propia de la más cosmopolita capital europea. Centenares de pubs ingleses dan fe de la parte rosa de la anónima crónica social. Y como no podía ser de otra manera, he de empezar por el bar donde The Beattles se lucían en directo. The Cavern es un genuino local nocturno situado en un sótano en pleno centro de la ciudad, en el que podemos escuchar a diario la actuación de un grupo de imitadores fieles a los de Lenon, Mcartney y compañía. El ambiente es inmejorable. Música de la buena en directo y un público entregado a las canciones que marcaron una época. Más de lo mismo podemos encontrar en el Jacaranda. Fue aquí y no en The Cavern donde la banda de Liverpool se presentó por primera vez en directo.
Pero además de la música en directo, las pintas de cerveza y los ínfimos cubatas que se sirven aquí (una absurda ley de Gobierno limita la cantidad de alcohol en los cubatas, pero no en el consumo de cocktails y cervezas), esta ciudad acoge a un característico animal diurno, que con la puesta de sol luce en todo su esplendor. No, no me refiero a las gaviotas (que se cuentan por miles). Os hablo de las chicas inglesas. Llevo aquí seis semanas y todavía me sigo sorprendiendo del modus operandi de esta extraña especie humana.
A pesar de las típicas temperaturas british, la palabra abrigo no define ninguna de las prendas que componen el fondo de armario de todas ellas. Mirándolo por el lado bueno, no tienen que cargar con él un sábado por la noche, ni preocuparse de saber dónde han dejado el ticket del ropero. Eso sí, frío deben de pasar un poco... No os engaño si os digo que se disfrazan de cotillón de Nochevieja cada uno de los 365 días que salen al año. Los vestidos son dignos de La Boda de mi mejor amigo, con pedería y brillos para siempre (Choni dixit). Los zapatos son otro cantar... He visto a chicas retorcerse tobillos, caerse de las plataformas interminables y hasta ir descalzas (sin calcetines) por la calle. De medias ni hablamos. Total, ya puestos, mejor enseñar pierna y brazo a la vez, que sólo una extremidad.
Si pasamos a la parte del maquillaje, podemos destacar la palabra pestaña sobre el resto de elementos que componen las obras de arte que estas chicas tienen por cara. ¿Cómo saber si una chica es inglesa sin necesidad de pedirle el pasaporte?.... Pues muy fácil! Simplemente mirando sus pestañas. Si miden medio metro, son más falsas que una moneda de tres euros e incluso llevan algún toque discreto a la par que elegante de brillanterío vario, no hay duda. Estamos ante una British de pura libra.
Pero sin duda, el rey de la noche tiene su origen en la cabeza. El peinado. Puedo prometer y prometo que en seis semanas de periplo he contado un centenar de chicas con rulos por la calle. Sí, sí, rulos. Para qué esperar en casa a que se nos rizen los mechones, pudiendo dar un paseo por el tranistado centro de la ciudad... Mátame camión (permitidme la licencia), pero ¿dónde se han dejado el ridículo estas chicas que beben bebidas de vodka azul, amarillo o naranja fosforito?
Por eso, estoy pensando en importar la moda a España y disfrazarme cada día como si fuera el último. Por supuesto, ya tengo encargadas mis pestañas postizas, mi juego de extensiones, mi vestido de raso y brillantes, mi kilo y cuarto de maquillaje y mis zapatos con ascensor.No me digáis que no tengo un par... de rulos!! Of course
Renfe tampoco habla inglés
El idioma de Shakespeare está llamado a convertirse en el talón de Aquiles de la gran mayoría de españoles. En un país donde ni el Presidente del Gobierno conoce la segunda lengua más hablada del mundo, y sin duda la más internacional, no es de extrañar que sucedan episodios lingüísticos como el que os detallo.
Que una página del sector servicios, y más concretamente destinada al transporte y al turismo, no esté traducida a los prinicipales idiomas europeos, resulta sospechoso. Pero que de la opción de visualizar los contenidos en inglés y, más tarde, al pinchar sobre alguno de los enlaces u opciones, ninguna funcione es una absoluta chapuza.
Pues bien, la página de Renfe, nuestra compañía estatal de transportes ferroviarios lo es. Cuando una persona de habla no española (inglesa, gallega, euskera o catalana) intenta obtener información de un destino, reservar un billete o conocer los distintos tipos de tren que existen en España, la misión resulta una odisea. La página de inicio de Renfe nos muestra su mejor cara, y justo abajo a la izquierda nos muestra un menú desplegable en el que nos ofrece cambiar el idioma de los textos y aplicaciones. Pues bien, automáticamente nos redirecciona a otra pantalla en la que podemos elegir el destino (sin información previa) en inglés. Pues hasta aquí todo el inglés (catalán, euskera o gallego) que nos ofrece Renfe. Después, intentamos seleccionar el destino y nos reenvía a una página en español en la que se han olvidado de que no entendemos el idioma. Ni tan siquiera nos guardan el destino. Un auténtico caos.
Si la persona en cuestión tiene a alguien que pueda ayudarle a reservar el billete (en español, of course) la misión mantiene algunas complicaciones. Por ejemplo, no permite introducir códigos postales diferentes a los españoles. Al final, cuando consigues poner todo en orden y reservar y pagar tu billete, sientes por primera vez que el inglés en España es todavía una asignatura pendiente.
Quien corresponda debería replantearse esta situación, porque estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Si no damos facilidades a nuestro turismo, es tanto como insinuarles que preferimos que se queden en casa. Y con esta crisis, no está la cosa para ir dejando clientes por el camino.
Señores de Renfe, me ofrezco voluntaria para traducir su página... ¡pero háganlo!
Que una página del sector servicios, y más concretamente destinada al transporte y al turismo, no esté traducida a los prinicipales idiomas europeos, resulta sospechoso. Pero que de la opción de visualizar los contenidos en inglés y, más tarde, al pinchar sobre alguno de los enlaces u opciones, ninguna funcione es una absoluta chapuza.
Pues bien, la página de Renfe, nuestra compañía estatal de transportes ferroviarios lo es. Cuando una persona de habla no española (inglesa, gallega, euskera o catalana) intenta obtener información de un destino, reservar un billete o conocer los distintos tipos de tren que existen en España, la misión resulta una odisea. La página de inicio de Renfe nos muestra su mejor cara, y justo abajo a la izquierda nos muestra un menú desplegable en el que nos ofrece cambiar el idioma de los textos y aplicaciones. Pues bien, automáticamente nos redirecciona a otra pantalla en la que podemos elegir el destino (sin información previa) en inglés. Pues hasta aquí todo el inglés (catalán, euskera o gallego) que nos ofrece Renfe. Después, intentamos seleccionar el destino y nos reenvía a una página en español en la que se han olvidado de que no entendemos el idioma. Ni tan siquiera nos guardan el destino. Un auténtico caos.
Si la persona en cuestión tiene a alguien que pueda ayudarle a reservar el billete (en español, of course) la misión mantiene algunas complicaciones. Por ejemplo, no permite introducir códigos postales diferentes a los españoles. Al final, cuando consigues poner todo en orden y reservar y pagar tu billete, sientes por primera vez que el inglés en España es todavía una asignatura pendiente.
Quien corresponda debería replantearse esta situación, porque estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Si no damos facilidades a nuestro turismo, es tanto como insinuarles que preferimos que se queden en casa. Y con esta crisis, no está la cosa para ir dejando clientes por el camino.
Señores de Renfe, me ofrezco voluntaria para traducir su página... ¡pero háganlo!
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