24+6




Día cero. (o 24 +6) Hoy es un día de esos que duran más de 24 horas. Esta vez en sentido literal. Ya he llegado a Asunción, después de 17 horas de travesía por el cielo de tres continentes. Valga la gracia, el viaje se me ha pasado volando. Anoche cogí el avión a las 2:20 (madrugada de sábado) y hoy aterricé en Paraguay a las 13:15 hora de aquí (19:15 hora española). Después de tantos nervios por aquello de cruzar el charco sola, Morfeo decidió agarrarme con fuerza para hacerme más llevadero el tránsito del verano al invierno. Ni siquiera fui consciente del despegue del avión. A esas horas, ya estaba dormida plácidamente. Ni el toquecito en el hombro de una desafortunada auxiliar de vuelo (antes azafata) para preguntarme si quería cenar (¿?) me devolvió a la vida a bordo. Ocho horas después (como aconsejan los médicos) decidí que ya era hora de mezclarme con mis otros 299 compañeros de avión. Un desayuno y una partida de tetris después, el comandante decía aquello de “señores pasajeros, procedemos al descenso al aeropuerto de Montevideo”. Bendita pastilla la que me tomé aún en la moderna T4, mientras esperaba el embarque, y veía una capitulito de Lost en el portátil(ver foto).
En Uruguay hacía la friolera de 2 grados. Casi 35 menos de los que dejé al entrar al aeropuerto. El tránsito para cambiar de avión fue rápido, y en apenas dos horas, me embarqué en un coqueto y moderno avión de la compañía Pluna, con destino final de trayecto. Que el mundo es un pañuelo es un tópico. Pero no veáis si se cumple. Curiosamente, he volado en los dos mismos aviones en los que lo hacía el hijo de los amigos de mi tío, en cuya casa voy a dormir durante mi estancia en Paraguay. Mi nuevo primo Borja, como se llama, vuelve al país después de unas intensas vacaciones por las principales capitales europeas. ¿Es o no el mundo un pañuelo?. A la llegada a Asunción, su padre nos estaba esperando dentro del aeropuerto, por lo que ni siquiera tuvimos que aguardar la larga cola de entrada al país, vía aduana. Maletas a salvo (jamón, queso y demás productos typical spanish) y pasaporte en regla, empieza mi viaje.
Hoy mi día dura 30 horas. 24 habituales, más seis de regalo por el cambio horario. Mi llegada al aeropuerto ha sido triunfal. Mi familia de acogida, con primo Borja en el avión. Además, una cariñosa comitiva del colegio en el que vive mi tío, encabezada por Zanardini (sacerdote) y Carrera (chofer, que no chófer). De camino al reencuentro con mi tío ya he podido darme cuenta de que las normas de tráfico no se inventaron aquí. Asunción es un caos. De llegada a Salesianito (donde vive la comunidad de mi tío Jose) he ido conociendo algunas de las principales calles de la ciudad. ¡Cuánto contraste en cuatro caminos! Y por fin el reencuentro. Mi tío está fenomenal. Con el pelo igual de mal cortado que siempre, pero lustroso, como dirían en Cuenca. En cuanto me ha despachado con dos besos, se ha lanzado (literalmente) a por el surtido de productos typical del que antes os hablaba. Esta noche ha organizado una gran cena de bienvenida en la que no faltará una paella en mi honor y unos cuantos kilos de asado de carne. El queso, jamón, lomo y demás, no faltarán. Además de varias bandas de música que tocarán en mi honor. JI ji (no es broma)
Ahora, escribo estas líneas desde la gran cama de mi hogar paraguayo. Una preciosa casa típica americana, con un precioso jardín. En breve me iré a la cena, que el día es muy largo. Aquí son las seis de la tarde y ya ha anochecido. Por algo es invierno.
Antes de despedirme, me gustaría contaros un detalle que me ha hecho muchísima gracia, y del que dejo constancia en unas fotillos que cuelgo. En el vuelo que me ha traído desde Montevideo hasta Asunción no había chalecos salvavidas. Ellos van a lo económico. Si el avión se cae al agua, pues arrancas la almohadilla del asiento y la agarras para flotar. ¿No os lo creéis? Pues ahí van las pruebas.
Os dejo hasta mañana. Primer día aquí. Me comentan que hay problemas para dejar comentarios. Si alguien quiere decirme algo, puede escribirme a martahortelano@gmail.com
Saludos paraguayos y besos españoles.
PD: Que alguien me envíe una campera (o para el caso, un abrigo, que no me traje y aquí hace un frío que pela).

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