Una de hoteles, Ana Rosas, pócker y prensa...




Se me acumula el trabajo. A la primera de cambio empiezo a saltarme la rutina de contar el día a día de mi viaje. Pero es que aquí nada es previsible. Por el momento, y desde que aterricé en esta fantástica tierra, sólo sabéis que si se estrella el avión no hay que perder el tiempo buscando un chaleco salvavidas, o que, como mandan los tópicos, si queréis coger el teléfono, o cualquier otro aparato que requiera de ese verbo, mejor pensar un sinónimo. (Imaginaos si encima os digo que paso buena parte del día en el colegio de salesianos donde vive mi tio).
Pero, dejando atrás, la calderilla, y obviando este horrible jet lag que me hace dormirme por las esquinas, he de reconoceros que estoy fascinada. El viaje a Sudamérica debería ser una asignatura obligatoria en la escuela de la vida. Sólo aquí se pueden ver las cosas que hacen únicas a sus gentes. Sólo aquí se pueden encontrar paradojas estatales que convierten en una odisea enviar una carta (decir que Correos existe es una realidad, pero que funciona, una utopía) y en una certeza la creación de un hotel del Estado. (¿?) Sí, sí, como leéis. En Asunción, existe un hotel de titularidad pública. Algo así como cobrar a los turistas para engrosar el cerdito de la seguridad social. Eso sí, si en lo que pensáis es en que las cartas lleguen a los buzones, más vale que utilicéis otro sistema para mantener una historia de amor a distancia.
Entrando en materia, tengo que contaros y documentaros la cena de bienvenida que mi tío me preparó. Pero eso será unas líneas más abajo. Mi tío bien merece un capítulo. Para los que no sepáis la historia, el Paí Rubio, como aquí le conocen, es el hermano mayor de mi mamá. Llegó a Paraguay hace 27 años con una maleta de misiones preparada por los Salesianos. Toda una institución en el país (no es amor de familia), construyó más de 6.000 viviendas sociales en una villa llamada Limpio, y hace cinco años, un exceso de confianza en la persona equivocada puso un punto y aparte a su carrera. Para haceros cuenta de la magnitud de su obra, hace unos cuantos años fue nominado al Premio Príncipe de Asturias de Cooperación. Ahora que ya le conocéis (Google puede contextualizar algo) hoy puedo deciros que es un gran día. La Justicia por fin resolvió su situación y yo he sido testigo de cómo se ha producido. Esta mañana (lunes) acudimos temprano al Palacio de Justicia (le llaman así, pero en realidad tengo mis dudas sobre la aplicación del tercer poder en este país) para cerrar el primer asalto. Ganamos. No os imagináis la nube de periodistas que le esperaban en el juicio (quitar la cara del presi Camps al la entrada del TSJCV y poned la de mi tío. A eso me refiero por nube). Pero la vista resultó un huevo kinder. Las sorpresas estaban dentro de la sala. Hasta allí se habían desplazado numerosos amigos y compañeros que le han acompañado a lo largo de estos 27 años de trabajo, pero más intensamente durante esta travesía de casi un lustro. Yo no puedo explicaros con palabras lo que estoy viviendo, pero me gustaría. Una definición práctica de la lealtad, la amistad y la fraternidad. En la escueta sala había también un matrimonio de octogenarios que, a pesar del intenso frío que nos conserva estos días en Asunción, habían querido calentar el ambiente de mi tío para mostrar su apoyo. La imagen bien hubiera merecido un premio.
Con el veredicto de las juezas supernenas (increíble indiferencia la de estas tres señoras por su trabajo), se abrió la veda de entrevistas de radio en directo, conexiones en vivo con las Ana Rosas y Susanas Griso paraguayas (os pongo fotillos), fotos de la ansiada libertad, y visitas a periódicos. Toda una experiencia. Pero para experiencia la llegada a Salesianito (el colegio enorme en el que vive mi tío, y donde ha pasado los últimos cinco años). Con un gran aplauso, todos los sacerdotes nos han recibido en pie a la entrada a la comida. Muy emocionante. Ha sido un triunfo colectivo que demuestra que valemos por los que somos.

Y dejando a un lado la noticia (tanto para mi como para todo Paraguay), os cuento mi día y medio aquí. La noche del sábado me regalaron una cena en la que no faltó la paella y un gran asado de carne de vaca (fotos). Después de compartir mesa con excelentes personajes (superan la persona) y flanqueada por el mítico Paí Viedma (una institución), comenzó el recital musical. Un espectáculo. Os enseñaré un video. Dormí pronto, porque el jet lag me está matando. Ya ayer domingo, me desperté temprano para acudir a la parroquia de Salesianito. Hace años que no voy a una misa en la que no se casen dos personas, pero la del domingo bien mereció la pena. No os imagináis la gente que había. Y sobre todo jóvenes (y jóvenas). Qué experiencia. La tarde la pasé con mi tío, y ya por la noche le ayudé a organizar la mítica cena dominical de la timba. Desde hace 27 años se reúne con cinco amigos para cenar y jugar una partida de pocker. Nunca han fallado, y desde que mi tío estaba recluido en el colegio, los cinco se desplazaban fielmente a esas dependencias para continuar la tradición. La partida es todo un ritual. Desde la colocación de las mesas (de cena y de partida), a la disposición de los vasos y los cacahuetes en tres mesitas auxiliares, pasando por el tapete, las fichas y las cartas. Sin duda, otra nueva demostración de lealtad.
Os escribo estas líneas desde el sofá de la preciosa casa que me acoge. Para vosotros es la 1 de la madrugada, pero para mi son las 7 de la tarde y no hace mucho que me desperté de una merecida siesta. Perdonar por el caos y la extensión de la entrada, pero han sido dos intensos días de hoteles, Ana Rosas, pócker y prensa…

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